Cuentan las crónicas que la fiesta más importante del mes de mayo en Córdoba hunde sus raíces en el siglo XIII.
Si Santa Victoria y la Fuensanta son las patronas de Córdoba, San Rafael el custodio y San Acisclo el patrón, ¿te has preguntado alguna vez por qué la Feria está dedicada a Nuestra Señora de la Salud?
Las crónicas cuentan que la fiesta más importante del mes de mayo en Córdoba tiene sus raíces en el siglo XIII. Corría el año 1284, y mientras los ecos de las últimas cruzadas resonaban en la cristiandad, el rey Sancho IV de Castilla concedió al Concejo de Córdoba el privilegio de celebrar dos ferias anuales de ganado, una coincidiendo con la Cuaresma y otra con Pentecostés. La primera acabaría desapareciendo con el tiempo, siendo la segunda, la que tenía lugar cincuenta días después del Domingo de Resurrección, la que daría origen a la celebración que hoy tiene lugar en El Arenal.
¿Y por qué se llama así? Según la piadosa tradición, un buen día de 1665, dos vecinos del barrio del Alcázar Viejo, Simón de Toro y Bartolomé de la Peña, estaban arando en unas tierras frente a la Puerta de Sevilla. De repente, al hundir la reja de su arado, uno de ellos se topó fortuitamente con el brocal de un pozo. Con cuidado, abrieron un agujero lo suficientemente amplio como para examinar la profundidad del aljibe, y para su sorpresa encontraron en su interior una pequeña talla de la Virgen María. Los campesinos comunicaron a sus vecinos el descubrimiento, lo que provocó que un gran número de curiosos se acercaran rápidamente al pozo e intentaran beber de sus aguas.
Al igual que ocurrió dos siglos y medio antes en el pozo de la Fuensanta, los enfermos comenzaron a curarse milagrosamente de sus dolencias, por lo que la pequeña talla recibió el nombre de Nuestra Señora de la Fuente de la Salud. La noticia del acontecimiento se extendió con inusitada rapidez por toda la ciudad, haciendo que ríos de personas cargadas de jarras se agolparan en torno a ella para obtener unas gotas del saludable elemento.

Los generosos donativos de los curados en los años siguientes permitieron financiar en 1673 la construcción de un pequeño templo junto al pozo, que recibiría el nombre de Ermita de Nuestra Señora de la Salud. A partir de entonces, numerosos monjes del Convento de San Pedro el Real -actualmente Iglesia de San Francisco- solicitarían ser enterrados en las inmediaciones de la ermita tras su muerte, debido a la gran devoción que sentían por esta advocación. Por ello, cuando José Bonaparte quiso dotar a la ciudad de cementerios públicos durante la ocupación napoleónica, no dudó en ubicar el cementerio de la Salud en estos terrenos extramuros que ya se utilizaban para enterramientos.
Hay que aclarar que esta tradición contiene numerosos elementos que nos hacen dudar de su autenticidad histórica, como fechas erróneas y la introducción de ciertos personajes que probablemente no tuvieron nada que ver con el hallazgo, así como ese sospechoso parecido con la leyenda de la Fuensanta que he mencionado anteriormente.
Pero al mismo tiempo, cabe destacar que como leyenda cumplió su función, arraigándose fuertemente en la sociedad cordobesa y atrayendo un gran evento al templo recién construido. A partir de entonces, aquella feria ganadera autorizada cuatro siglos atrás por Sancho IV se convertiría en un homenaje a la Virgen de la Salud, y se trasladaría a las inmediaciones de la ermita.
Fue en esos años cuando la feria se abrió a todo tipo de público, y además de los ganaderos y comerciantes, comenzó a atraer a hombres, mujeres y niños con ganas de divertirse. Numerosos vendedores de juguetes y chucherías comenzaron a instalar sus puestos alrededor del templo, convirtiendo la zona en un hervidero de alegría una vez al año. En 1801 ya era conocida como la Feria de Nuestra Señora de la Salud, y en 1820, la afluencia fue tal que el recinto ferial tuvo que trasladarse a los actuales Jardines de la Victoria. Por aquel entonces su «portada» era la antigua Puerta de Gallegos, que se adornaba de forma vistosa para deleite de vecinos y forasteros.
Para respetar el descanso de los vecinos del centro, en 1994 se decidió su traslado a los amplios terrenos de El Arenal, un espacio mucho más adecuado a sus necesidades. La última novedad es que en los próximos años, jinetes, gitanos y flamencos montarán sobre un suelo empedrado, lo que aumentará aún más la calidad de una de las ferias más antiguas y tradicionales de España.